Cuando comenzamos escuchar hablar sobre el síndrome del quemado, lo que antaño llamábamos el estrés laboral o, simplemente agobio laboral, comprendimos que tanto los síntomas como las implicaciones eran muy superiores a un simple estado de nervios transitorio.
Con el paso del tiempo, el concepto de síndrome del quemado va alcanzando nuevos ámbitos más allá de laboral y aplicándose a otros entornos. En este caso, aunque dentro de lo laboral, cada vez es más frecuente que se hable del síndrome del quemado en personas en paro de larga duración.
El agotamiento del paro de larga duración
Cuando revisamos las tasas de paro, y del mismo modo la afiliación a la Seguridad Social, si el análisis es mínimamente profundo, suele considerar un porcentaje de desempleados y no afiliados que se encuentran fuera del sistema.
Es decir, si hablamos de, por ejemplo, un paro del 19%, estamos hablando del paro registrado, de aquel que mantiene al día el sellado de sus tarjetas del paro, y que se encuentran dentro del sistema de la Seguridad Social. Pero no podemos obviar que existe otro paro, no registrado y fuera del sistema. Una parte de esto es estructural, complejo, y probablemente tiene que ver con un modo cultural de ver el trabajo en el que el empleo en negro sigue teniendo vigencia.
Pero, otra parte, y cada vez mayor, lo componen personas agotadas de su situación de desempleo que, pierden incluso el impulso para continuar en búsqueda activa.
El agotamiento del paro de larga duración es un hecho. Más aún, aunque no tiene un nombre concreto (aún), se asocia cada vez más al síndrome del quemado porque los síntomas son muy parecidos salvando las distancias.
Diferencias y parecidos en el síndrome del quemado por trabajo o desempleo
La principal coincidencia es la frustración. En el caso de alguien con un mal trabajo, o una mala situación laboral, la frustración es por repetición y por imposibilidad de abandonar el empleo o de optar a una mejora del mismo. En el caso del parado de larga duración, la frustración llega por el sobre esfuerzo que se realiza al buscar empleo y no obtenerlo. Esto, además, va creciendo de manera proporcional con la edad. No es lo mismo la frustración en una persona de 20 a 30 años que en una persona de 50 a 60 años que busca y no encuentran empleo.
La principal diferencia, o eso parece que los pocos estudios que hasta ahora se ha realizado, es la consecuencia médica psicológica mientras que el síndrome del quemado en el trabajo tiene más tendencia a generar estados de estrés y ansiedad clarificada, en el caso de los desempleados de larga duración la tendencia (aunque también puede aparecer la ansiedad) es la depresión.
¿Se puede evitar?
Depende de muchos aspectos. El primero es el hecho de tratar de mantenerse positivo y activo. Esto probablemente sea más fácil decir que hacer, pero, la actividad física, el hecho de tomarse buscar trabajo como un trabajo con horarios y entornos propios para hacerlo, las relaciones sociales y familiares, y el estudio y la formación continua, pueden ser herramientas que pueden ayudar a minimizar las sensaciones que provoca el paro de larga duración.