Hay quien piensa que la vacaciones son sagradas e intocables, pero un gran núcleo de la población, ante la situación general de paro, prefiere sacrificarlas por un trabajo.
Así se desprende de un estudio de la consultora Randstad que estable que su carácter estacional convierte a los empleos veraniegos no sólo en una oportunidad de ganar dinero, sino en una forma de integrarse en el mercado laboral o de mejorar el currículum.
Los candidatos que tradicionalmente se emplean en puestos de verano son estudiantes, de entre 19 y 28 años, que buscan compatibilizar trabajos esporádicos con sus estudios. Sin embargo, este año el perfil ha cambiado y engloba a toda la variedad de personas en paro: mujeres con poca o nula experiencia laboral, personas mayores de 45 años, desempleados provenientes de distintos sectores, perfiles de alta cualificación…
En el caso de los mayores de 45 años, el empleo veraniego es refugio para aquellos que desean mejorar su CV (así lo afirman un 27% de los consultados); para los trabajadores de entre 30 y 45 años la prioridad es entrar de nuevo en el mercado laboral (lo eligen como respuesta en el 26% de las ocasiones) y para los jóvenes menores de 30 años la prioridad clara es el sueldo (lo eligen el 49% de consultados).
Dos de cada tres personas sin estudios trabajan en verano principalmente por dinero (un 62% de los casos). Por su parte, uno de cada tres universitarios (el 36%) busca una mera recompensa salarial en este esfuerzo, pero un 27% de universitarios lo hace para aumentar su experiencia y un 20% lo utiliza como puerta de entrada al empleo.