En teoría hacer bien nuestro trabajo debería ser suficiente para estar debidamente reconocido dentro de la empresa. Sin embargo, existen otros elementos que pueden diluir esta ventaja si por algún motivo somos percibido como un trabajador problemático. Lo último que desea cualquier empresa, y menos en la situación actual, es un trabajador que puede llegar a crear desacuerdos dentro de la compañía.
Tener una actitud positiva siempre ayuda, pero quizás es más importante no crear conflictos y tratar de aportar soluciones a los problemas que surjan en el día a día. En este sentido existen una serie de hábitos que cualquier empresario puede interpretar como falta de interés e incluso como señal de un posible conflicto en un futuro. Las diez actitudes más nocivas para el trabajador según quecursar son los siguientes:
Dilación con el trabajo: no es sinónimo de vagancia pero sí de una actitud poro profesional. No hay que dejar para mañana lo que podamos hacer hoy, sino tratar de llevar el trabajo al día y no esperar siempre a última hora para terminarlo todo.
Uso incontrolado del email: está bien desconectar de vez en cuando del trabajo y ‘un vistazo’ al correo electrónico es una de las mejores excusas. Pero hay que limitarse a eso, a mirar el email y no ha perder el tiempo navegando por la red.
Confundir lo informal con lo irrespetuoso: está bien ser algo más informal en determinados momentos, ya que muchas veces sirve para fomentar el buen ambiente laboral, pero antes hay que tener claro donde está el límite entre lo informal y lo irrespetuoso.
No aprovecharnos de la confianza: cuando una empresa concede libertad de acción a sus empleados estos deben verla como un síntoma de confianza y utilizarla en su justa medida.
Falta de adaptación: hay que integrarse en el grupo de trabajo y demostrar que se es parte de él. Aunque el trabajo sea más individualizado, conviene intentar ser parte del colectivo que forma la empresa.
Falta de puntualidad: llegar tarde de forma habitual es uno de los peores hábitos y de los que más ponen en entredicho la profesionalidad de un trabajador.
Rigidez: hay que estar abierto a las soluciones y propuestas del resto de compañeros. El trabajo en equipo es importante y para eso hay que saber escuchar en lugar de tratar de imponer una opinión.
Llevar siempre la contraria: aunque hay que mostrarse participativo, tampoco conviene estar siempre en contra de las decisiones de la empresa. Si esto ocurre con demasiada frecuencia quizás habrá que plantearse un cambio de aires. Demasiada falta de acuerdo no es bueno.
Hablar mal de los compañeros: todo el mundo puede tener una disputa con un compañero en un momento dado, pero esta no debe ir más allá. Si realmente existe un problema con la forma de trabajar de un compañero es preferible hablarlo con él directamente a estar criticándole a la espalda.
Hablar de la compañía: suele decirse que ‘en todos los sitios cuecen hablas’ y casi todas las compañías tienen sus ‘trapos sucios’, pero tampoco convienen airearlos públicamente. Hay que tener cuidado con lo que se dice y sobre todo a quién se dice porque nunca se sabe a oídos de quien puede llegar después. Las críticas hacia la empresa suelen ser uno de los motivos de despido inminente.