Cuando el propio ministro de Trabajo, Celestino Corbacho, augura un otoño duro y ya habla a las claras de una subida del número de desempleados es que el panorama es para ponerse a temblar. Esta es una de las conclusiones que pueden extraerse de la comparecencia en el Congreso de los Diputados del ministro. Se confirma así lo que prácticamente todo el mundo sabía, que la mejoría registrada en verano era sólo temporal, propia de esas fechas.
El mercado laboral español está de capa caída por la contracción del consumo y la reducción hasta mínimos de sus pilares, construcción y turismo, a lo que hay que añadir el fracaso del diálogo social y la falta de un marco de trabajo conjunto entre Gobierno, sindicatos y empresarios. Parece claro que el sistema laboral español necesita una reforma pero falta determinar cuál. En este sentido Corbacho ya ha ofrecido algunas pistas: «tenemos demasiadas bonificaciones en este país y no siempre generan empleo por sí mismas. Es un reto para el Gobierno hacer una reflexión para conseguir el objetivo de crear empleo». Es decir, podría revisarse todo el sistema de incentivos, que con el paso de los años se ha convertido en una maraña que supone un gasto anual de 2.500 mllones de euros.
Sin embargo, más que una firme intención, se trata de un globo sonda, ya que Corbacho pretende alcanzar un consenso antes de llevar a cabo cualquier reforma drástica del mercado laboral. Será complicado teniendo en cuenta que el diálogo social está prácticamente roto y que las posturas entre patronal, Gobierno y sindicatos son de lo más alejadas. Y para colmo la OCDE da la razón a los empresarios: nuestro coste por despido cuadriplica el de la OCDE.