Si echamos mano de las cifras del paro juvenil en nuestro país es totalmente lógico comprender la desilusión de los jóvenes ante un mercado laboral cerrado y en el que las oportunidades para quien desea acceder al mismo son escasas cuando no prácticamente inexistentes.
Esta tasa de paro juvenil desbocada esconde las más diversas situaciones personales y grupales en su interior, como por ejemplo el amplio número de desempleados con estudios superiores que no sólo no pueden acceder a empleos orientados a su formación sino a ningún tipo de empleo; situación que a su vez genera eso que se ha venido a denominar la negación de la formación como elemento clave en el acceso al mercado laboral, algo que se da cada vez con mayor frecuencia en nuestros jóvenes y que probablemente el lector reconozca en su propio entorno inmediato de una u otra manera.
Sin embargo si acudimos a las cifras para una cosa, en este caso negativa, como es la constatación del devastador desempleo juvenil, debemos también ser honestos con las cifras a la hora de analizar la importancia de la formación ante el empleo, y es que estas cifras desmontan de manera radical esa falsa sensación de quien da igual el nivel formativo para encontrar un puesto de trabajo.
Y la realidad es que la tasa de paro entre aquellos jóvenes con formación superior y aquellos que como nivel formativo presentan las la ESO se diferencia prácticamente en 30 puntos, pero, además, la tasa de ocupación entre ambos grupos mantiene prácticamente el mismo nivel de diferencia, es decir un auténtico abismo diferencial entre quienes presentan estudios superiores y quienes presentan niveles de formación básicos.
La cuestión reside ciertamente en que si ya de por sí en situaciones de tasa de paro muy inferior a la actual, la diferencia entre desempleo juvenil y el desempleo general suele marcar un desempleo juvenil muy superior a la media donde por ejemplo sobre tasas de desempleo del 10% el desempleo juvenil vino a suponer tasas por encima del 20%, esta realidad trasladada a una situación compleja como la actual, puede llegar a inducir a este tipo de conclusiones erróneas, que, desde la perspectiva del joven, deben ser erradicadas ya que, ahora más que nunca, la formación a todos los niveles resulta simplemente fundamental.