Cuesta mucho acercarse a datos de la última Encuesta de Condiciones de Vida (de 2013) confeccionada por el INE y no tener en cuenta que la relación entre la tasa de riesgo de pobreza y la tasa de desempleo están cada vez más estrechamente unidas en nuestro país, y, aúnque esperamos que el cierre de 2014 sea mejor en este sentido, lo cierto es que no resulta sencillo ser optimistas.
Según la citada encuesta durante el pasado año 2013 la tasa de riesgo de pobreza quedaría fijada en el 21.6% de la población, lo que supondría una disminución con respecto al mismo dato del pasado año 2014, sin embargo, esta supuesta diferencia es simplemente un dato engañoso.
Debemos tener en cuenta que esta tasa no viene a medir el volumen de pobreza absoluta, es decir, presenta las cifras de quienes presentan ingresos menores con respecto a la media. Si tenemos en cuenta que este año la media de ingresos mensuales ha disminuido más de un 3.5% en relación a 2012, por ello la disminución de ingresos comporta una disminución de la tasa de riesgo de pobreza, cuando, es cierto, sin embargo los casos de pobreza extrema aumentan.
Una prueba relevante de la influencia del paro de larga duración en estos datos tiene que ver con la presencia en esta encuesta de otro indicador, el AROPE enmarcado dentro de la estrategia Europa 2020 y en el que se combinan tres factores; riesgo de pobreza, carencia material y ausencia (o baja intensidad) de empleo, pudiendo encuadrarse en este indicador al pertenecer a uno solo de los tres factores.
El indicador AROPE se sitúa en el 28% de la población de nuestro país. Por Comunidades Autónomas las tasas de riesgo de pobreza más elevadas se presentan en Extremadura, Canarias y Castilla-La Mancha mientras que en el otro vértice las tasas más bajas se muestran en Navarra, País Vasco y Cantabria.